Cuatro libros para el tiempo libre
Se acerca fin de año y algunos comienzan a tener más tiempo libre. O bien, la proximidad de un verano con tiempo libre. Aquí van algunas sugerencias para aplicar ese tiempo en buenas lecturas: una novela, un libro de cuentos, un añejo libro infantil y un poemario. Por Anahí Flores
“Nadie sabe por qué es necesario recordar nada, qué beneficios nos trae o qué posibles castigos…”, dice el narrador de El ruido de las cosas al caer (de Juan Gabriel Vásquez, premio Alfaguara de novela 2011). A partir de una noticia del momento, se desencadena una serie de recuerdos que, en un principio, no parecen tan importantes como luego resultan ser para la vida del protagonista. En ellos aparecen personas que tal vez sólo hayan significado encuentros fugaces, pero que cambiaron el rumbo de su vida sin marcha atrás. A veces esos recuerdos se concentran en un olor, en una imagen, en el ruido de las cosas al caer.
Una novela ideal para abrirla a la mañana y cerrarla sólo a la nochecita, después de recorrer sus más de doscientas cincuenta páginas.
“Si sigo cumpliendo años, es posible que acabe muriéndome” dice Groucho Marx en la contratapa de Felicidades (La Compañía, 2009), una antología de cuentos de doce autores de varios países y épocas (va de inicios del 1800 hasta la actualidad). Cada autor ambienta su relato en un día de cumpleaños, y cada uno vive esa situación de forma muy distinta.
Como lectora, al concluir el libro me dieron ganas de escribir y agregar, en una hoja suelta entre las páginas, mi propia versión del cumpleaños. Tal vez todo lector de este libro podría, si le tienta, hacerlo también: escribir un cuento breve de cumpleaños y dejarlo perdido en su ejemplar, como un señalador en una página aleatoria.
El cuento de los cuatro niños que dieron la vuelta al mundo (de Edward Lear), hace honor al género sin sentido, mezclando una isla repleta de caramelos, peces que no pueden dormir, una lluvia de naranjas, ratones que estornudan todos a la vez, moscas que duermen en botellas azules (y jamás de otro color)…
¡Suerte que el libro fue escrito en el mil ochocientos y algo, si no tal vez a ciertos editores o padres les parecería mal que, en un relato para niños, un personaje que ayuda a los protagonistas a volver a casa (el rinoceronte) corra la suerte que corre en esta historia…!
En la segunda parte del libro, pequeños poemas llamados limericks agregan más sin sentido a la lectura. Vale la pena recitarlos en voz alta y no pensar tanto en la lógica de cada limerick; mejor es dejarse llevar por el sonido de las palabras (Adriana Hidalgo Editora, 2010).
El poemario de Andrés Neuman podría ser un único poema. Porque la voz nos va llevando y, a diferencia de otros libros del mismo género, se lo puede leer de un tirón. Bajo el título No sé por qué (Ediciones del Dock, 2011), Andrés habla de un montón de cosas que sí sabe y muy bien.